Guarda griega

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martes, 31 de diciembre de 2013

Anteo, el gigante hijo de la Madre Tierra

Heracles, de regreso a Micenas del úndecimo encargo que Euristeo le mandó, tomar las manzanas de oro que crecían en las ramas de un árbol regalado por Gea (Madre Tierra) a la diosa Hera, mientras nuestro héroe atravesaba Libia, se encontró con el rey Anteo.

Anteo era un gigante hijo de Gea y el dios Poseidón. Solía pelear con quienes pasaban por su país, los obligaba a sostener un combate con él. Primero los extenuaba y luego los mataba. Guardaba los cráneos de sus víctimas con la intención de techar un templo dedicado a su padre. Aparte de su tamaño, Anteo tenía otra ventaja que lo volvía casi invencible. Renovaba sus fuerzas cuando estaba en contacto con la tierra. Anteo se refugiaba en una cueva abierta debajo de una alta roca, se alimentaba de carne de leones y dormía directamente sobre el suelo para conservar o aumentar aún más su enorme fuerza. Gea su madre estaba orgullosa de él.

No se sabe si Heracles decidido a terminar con esa bárbara costumbre y lo desafió a la lucha o el retador fue Anteo. Heracles y Anteo se quitaron las pieles de león con que se cubrían, Heracles se untó el cuerpo con aceite y Anteo con arena caliente, para renovar sus energías. La estrategia de Heracles era cansarlo, pero se dio cuenta que después de tirarlo al suelo los músculos de Anteo se hinchaban y renovaba su vigor. En determinado momento de la lucha fue el propio Anteo quien se arrojó al suelo sin que Heracles siquiera lo tocara. Como se ve, la manera de luchar de Anteo era opuesta a la forma más general, en que el derrotado es quien rueda por el suelo. Comprendiendo lo que sucedía, Heracles levantó a Heracles con sus brazos y lo mantuvo en alto mientras le rompía las costillas. Y a pesar de los fuertes gemidos que daba Gea, lo sostuvo en esa posición hasta que Anteo murió.  

Hay quienes dicen que ese combate se libró en la ciudad de Lixo, a ochenta kilómetros de Tánger, en Mauritania. Y que un túmulo de tierra que se puede ver allí es la tumba de Anteo. Los nativos creen que si  se retira tierra de ese túmulo, lloverá hasta que la tierra se restituya. Se cuenta que cuando Sertorio tomó Tánger quiso saber si era verdad que Anteo había sido tan grande como decía la tradición. Entonces abrió su tumba y encontró un esqueleto que medía sesenta codos. Inmediatamente la volvió a cerrar y ofreció los sacrificios debidos a un héroe a Anteo.

Fuentes: 
Robert Graves, Los mitos griegos
Robin Hard, El gran libro de la mitología griega



lunes, 30 de diciembre de 2013

Heracles en Italia. El bandido Caco.

Mientras regresaba de España rumbo a Micenas, después de robar los bueyes del rey Geriones, Heracles marchó por Italia, y después de cruzar el río Tíber a nado, con el ganado nadando por delante de él, en Aventino, dejó a los animales pastando  y se echó a dormir en la hierba. Por ese lugar vivía Caco, hijo de Hefestos y de Medusa. Un bandido enorme y horrible, de tres cabezas que podían lanzar fuego por la boca. En el frente de la cueva donde vivía había colgado los cráneos y brazos de sus víctimas, y el suelo del interior de la cueva estaba tapizado de huesos. Aprovechando el sueño de Heracles le robó dos de sus bueyes y cuatro novillos, aunque hubiera deseado llevarse todo el ganado. Se los llevó a la cueva tirándolos del rabo, obligándolos así a avanzar marcha atrás, para que pareciera que en lugar de entrar a la cueva habían salido de ella y Heracles no pudiera rastrearlos.  Cuando Heracles despertó se dio cuenta enseguida del robo y buscó en vano las reses, y cuando ya había dado por terminada la búsqueda, los bueyes robados  mugieron desde la cueva al oír pasar a la manada. Según otra versión Caca, la hermana de Caco, le contó a Heracles lo que su hermano había hecho.  La entrada de la cueva de Caco estaba bloqueada por una inmensa roca. Aunque era muy pesada según una versión Heracles la retiró como si fuera sólo un guijarro. Según otra versión subió al techo de la cueva, retiró de cuajo las peñas que lo formaban y entró a la cueva. Se entabló la lucha y Heracles no se dejó amedrentar por las llamaradas que lanzaban las bocas de Caco, a quien le aplastó con su maza todas las cabezas. El rey Evandro le agradeció haber librado la zona del bandido.  Luego, en acción de gracias, y ayudado por Evandro, Heracles levantó un altar a Zeus y sacrificó en su honor uno de los bueyes que había recuperado.

Fuentes: 
Robert Graves, Los mitos griegos
Paul Grimal, Diccionario de mitología griega y romana


domingo, 29 de diciembre de 2013

Heracles y Equidna; el origen de los reyes escitas.



De regreso a Micenas, mientras Heracles cumplía uno de los doce trabajos que Euristeo le ordenó, cuando precisamente arriaba los bueyes de Geríones para llevárselo a Euristeo, a la altura del golfo Adriático la diosa Hera, que siempre le había tenido inquina a Heracles y había tratado de perjudicarlo de muchas maneras, envió un tábano que asustó a los bueyes, que huyeron a Tracia y aún más allá, al desierto de los escitas. Heracles los persiguió hasta allí, y una noche con lluvia y frío se envolvió en su piel de león y se durmió profundamente en una colina cubierta de piedras. Antes había desuncido las yeguas de su carro para que pastaran, y al despertar no las encontró. Las buscó por muchas partes. Cuando entró en una zona boscosa llamada Hílea, una voz lo llamó desde una cueva. Pertenecía a un ser mitad mujer y mitad serpiente identificada con Equidna. Le dijo que le devolvería las yeguas sólo si antes él se convertía en su amante. Heracles entonces la besó tres veces y la criatura lo abrazó con pasión. Una vez que terminaron, ella dijo que había quedado embarazada de tres hijos, y le preguntó a Heracles si cuando se hicieran hombres debía enviárselos a él o debían quedarse en aquel lugar del que ella era la dueña. Heracles le dijo que aquel de los tres que doblara su arco como él lo doblaba y se ciñese su cinturón como él se lo ceñía, se convertiría en el gobernante del país, en tanto que debía desterrar a los otros dos. Entonces le dejó uno de sus dos arcos y el cinturón, de cuyo broche colgaba una copa de oro. Los hijos que parió Equidna se llamaron Agatirso, Gelono y Escites. Los dos mayores fallaron en cumplir las tareas impuestas por Heracles, y el tercero pudo cumplirlas. Así Escites se convirtió en gobernante del país, y desde entonces todos los reyes escitas se ciñeron un cinturón del que colgaba una copa de oro.

Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos.
Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Dánao y sus cincuenta hijas: las Danaides



Dánao era hijo del rey Belo y de Anquínoe. Su hermano mellizo se llamaba Egipto. Egipto tuvo cincuenta hijos con distintas madres y Dánao cincuenta hijas también con distintas madres. A las hijas de Dánao se las conoce como las Danaides. A la muerte de Belo hubo disputas entre Dánao y Egipto por la herencia. Egipto, como gesto conciliador, propuso casar sus cincuenta hijos con las Danaides, pero Dánao desconfió. Un oráculo le reveló que Egipto planaeaba el asesinato de todas sus hijas, entonces huyó con ellas tal vez de Libia, que le correspondía como herencia por la voluntad de su padre.

Con la ayuda de Atenea, Dánao construyó un barco para sus cincuenta hijas, con cincuenta bancos de remeros; el primero de doble proa. Partió con sus hijas a Grecia. Hicieron escala en la isla de Rodas, donde las Danaides construyeron un templo en honor a Atenea. En ese templo Dánao dedicó una imagen a la diosa. En Rodas murieron tres Danaides: Lindo, Yáliso y Camiro.

Ya en Grecia, Dánao desembarcó cerca de Lerna donde anunció que era voluntad de los dioses que él fuera rey de Argos. Gelanor, el rey de Argos, rió de esa absurda pretensión, pero sus súbditos decidieron discutirla. Sin duda la pretensión no habría prosperado, aún considerando el dicho de Dánao de que lo apoyaba Atenea, si a punto de establecer el debate crucial, con Dánae frente a Gelanor, un lobo no hubiera bajado de una colina, atacado una manada de vaca y matado al toro. Los participantes del debate quedaron impresionados por la analogía entre lo que acababa de pasar y la situación que debatían. Pensaron en Dánao, llegado en soledad, como el lobo, y a Gelanor como el toro. Tal vez temieron que si no aceptaban a Dánao como rey, conseguiría el trono de todos modos por la fuerza. ¡Y lo eligieron rey!

Dánao interpretó que el lobo era Apolo y dedicó un santuario a Apolo Lobuno. Llegó a convertirse en un monarca muy poderoso, tanto que todos los habitantes de una extensa área, los pelasgos, comenzaron a llamarse a sí mismos dánaos.

La Argólide, o sea la región dependiente de la ciudad Argos, padecía una gran sequía cuando Dánao llegó, resultado de la disputa entre Poseidón y Hera por la posesión de la región.  Finalmente fue concedida a  Hera y Poseidón se vengó provocando una gran sequía. Dánao instruyó a las Danaides para buscar agua y les dijo que trataran de aplacar la furia de Poseidón por todos los medios. La Danaide Aminone iba detrás de un ciervo en Lerna cuando un sátiro despertó y quiso violarla. Aminone invocó la protección de Poseidón, que súbitamente apareció y lanzó su tridente al sátiro. Este huyó, y el tridente se clavó en una roca, abriendo tres pequeñas perforaciones. Poseidón yació con Aminone, y cuando ella le contó cuál era la misión que debía cumplir, el dios le indicó que retirara el tridente de la roca, y de los tres agujeros comenzó a manar agua. A partir de ese manantial, llamado Aminone, se formó el río Lerna, que es un río que tiene agua tanto en invierno como en verano.

Egipto, el hermano de Dánao, envió entonces a sus hijos a Argos, con la orden de no regresar hasta tanto no hubieran castigado a Dánao  y a toda su familia. Los muchachos fueron y le suplicaron a Dánao que les permitiese casarse con sus hijas. Su intención secreta era asesinarlas. Dánao se negó, entonces sitiaron la ciudad.  Sin agua estaba claro que no podría resistir por mucho tiempo, entonces Dánao les hizo saber a sus sobrinos que si levantaban el sitio, permitiría la boca múltiple. Pero en secreto ordenó a sus hijas que la noche de bodas asesinaran a sus maridos con una alfiler que las Danaides esconderían en el pelo, y que deberían clavarles en el corazón. En otra versión las armas son dagas.

Las parejas se formaron, en algunos casos tratando de equiparar la condición social de las madres de los contrayentes, en otros eligiendo los novios según su nombre - Clite con Clito, Esténele con Esténelo -, pero en un mayoría al azar utilizando para eso un yelmo. Durante la fiesta Dánao les dio a sus hijas los alfileres. Sólo una de ellas no asesinó a su marido. La Danaide Hipermestra, que permitió que Licio escapara porque él no trató de acostarse con ella. Dánao con posterioridad la juzgó ante un tribunal, que de condenarla podría haberla mandado ejecutar, pero fue perdonada.

Las cabezas de los hijos de Egipto fueron enterradas en Lerna, que tiempo después sería territorio de la hidra de Lerna, animal con muchas cabezas (en alguna versión cincuenta), que mataría Heracles con la ayuda de su sobrino Yolao.  

Egipto, que había viajado a Grecia, al conocer el destino de sus hijos, huyó.

Linceo e Hipermestra volvieron unirse. Dánao quiso entonces casar a sus otras hijas. Para eso organizó una carrera. El ganador podría elegir esposa primero, el segundo la elegiría en segundo término y así. Hubo pocos participantes existiendo en general temor de casarse con asesinas, pero pasada la noche de bodas, al comprobarse que los flamantes maridos todavía vivían, se presentó un número importante de pretendientes para reeditar la carrera.

Linceo mató a Dánao y reinó en Argos, y habría matado a todas las Danaides, asesinas de sus hermanos, de no ser por la oposición de los habitantes de la ciudad. En otra versión Linceo mató a todas las Danaides.

En en vida las Danaides solucionaron, al menos en parte, la sequía de Argos, consiguiendo el favor de Poseidón y encontrando pozos de agua. En el infierno, en castigo por el asesinato de sus maridos, las Danaides deben llenar con agua eternamente unos toneles sin fondo, o con fondo pero deben transportar el agua hasta allí en recipientes con agujeros.

Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos. 
Pierre Grimal: Diccionario de mitología griega y romana. 

jueves, 26 de diciembre de 2013

De los trabajos de Heracles: las aves de Estínfalo

Uno de los doce trabajos que debió realizar Heracles (Hércules para los romanos) por haber matado a sus hijos y a dos de sus sobrinos en un ataque de locura, fue ahuyentar las aves de Estínfalo. Heracles sufrió esa locura momentánea y asesina por obra de la Diosa Hera. Los trabajos que debió realizar se prolongaron por doce años. En ese tiempo debió convertirse en servidor de Euristeo, primo del padre de Heracles, rey de Micenas, un hombre muy cobarde que temía tanto a Heracles que le comunicabalos trabajos que Heracles debía cumplir por medio de un asistente, Copreo. Además había estipulado que dejara lo que trajese como resultado de esos trabajos a las puertas de la ciudad, y se había hecho construir una urna de bronce para resguardarse en ella en caso de que Heracles lo quisiera agredir.

Según Robert Graves, que de los libros que consulté presenta la versión más atractiva de este mito, las aves de Estínfalo estaban consagradas a Ares, Dios de la guerra. Tenían el pico, las alas y las garras de bronce. Eran aves antropófagas. y sus excrementos arruinaban la agricultura. Espantadas por unos lobos de su lugar de origen, se habían asentado  en el pantano de Estínfalo. Allí cada tanto salían en grandes bandadas y mataban y devoraban hombres y animales. Heracles fue al pantano a tratar de espantarlas con sus flechas, pero eran tantas que se dio cuenta que ese método era inviable. Entonces Atenea lo ayudó. Le dio unos címbalos de bronce construidos por Hefestos (o una matraca) que Heracles hizo sonar muy fuerte desde una de las elevaciones del monte Cílene, desde donde se domina el pantano. Las aves huyeron muy asustadas. Mientras escapaban mató a muchas con sus flechas. Se refugiaron en la isla de Ares, en el Mar Negro.

Las aves de Estínfalo eran del tamaño de las grullas y tenían una forma semejante a la del íbis. Tenían picos que no eran curvos, que podían atravesar corazas de metal. Había también en Arabia, donde atacaban a los viajeros atravesando sus pechos con sus picos. En esa región los cazadores utilizaban unos protecciones hechas con cortezas de árbol entrelazadas, que enredaban sus picos y los retenían enganchados, dándole así a los cazadores la oportunidad de estrangularlas con sus manos.

Se dice que las aves de Estínfalo una vez habían sido las hijas de Estínfalo y Ornis, que Heracles las había matado porque se negaron a hospedarlo en su casa mientras que habían recibido a sus enemigos los Moliónidas. En Estínfalo, en un templo dedicado a Ártemis, colgaban del techo imágenes de aves de Estínfalo, y fuera del templo había estatuas de muchachas que tenían patas de ave.


Robin Hard atribuye gran parte de lo narrado por Robert Graves a Pausanias, en tanto que señala que en las versiones primitivas de este mito las aves no eran antropófagas ni tenían partes de metal. Que simplemente eran una molestia debido a su gran número.

Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos.
Pierre Grimal: Diccionario de mitología griega y romana.
Robin Hard: El gran libro de la mitología griega.




miércoles, 25 de diciembre de 2013

Leda, y la noche con Zeus y Tindáreo

Leda, la madre de Helena de Troya, la madre de Clitemnestra (esposa de Agamenón), la madre de Castor y Pólux llamados los Dioscuros, Leda digo, tuvo parte de sus hijos con su marido mortal Tindáreo, rey de Lacedemonia y parte con Zeus. Castor y Pólux eran mellizos. Clitemnestra, según Paul Grimal, era gemela de Helena. Dice Pierre Grimal en su "Diccionario de mitología griega y romana":

"La noche en que Zeus se unió a Leda en forma de cisne, la mujer unióse también a su marido humano, y
los dos pares de gemelos que nacieron son atribuidos como sigue: Pólux y Helena a Zeus; Castor y
Clitemnestra a Tindáreo."

El doble acoplamiento, con un cisne (que era un dios), y con un hombre. Historia deliciosamente promiscua. Sin duda pagana.


Los oráculos en Grecia y la Magna Grecia

Los oráculos son una comunicación divina entregada en respuesta a una pregunta hecha por un suplicante. Son una rama de la adivinación (Enciclopedia Británica). Tenían su santuario o lugar físico, sacerdotisas (también llamadas pitonisas) o sacerdotes, y una determinado dios al que estaban consagrados, quien respondía las preguntas. Aunque el más recordado es el oráculo de Delfos, del Dios Apolo, hubo muchos oráculos en la antigüedad, en Grecia y en la Magna Grecia (sur de Italia) y cada oráculo tenía interesantes particularidades.

Robert Graves cuenta que el primer oráculo fue el de Dodona, dedicado a Zeus. Dos palomas partieron de Tebas, en Egipto; una se dirigió a Libia, la otra a Dodona, en Grecia, donde se posó en un roble. Allí se localizó el oráculo. La pitonisa interpretaba las respuestas a las preguntas de los suplicantes escuchando el arrullo de las palomas, el sonido de las hojas del roble, o también interpretando el ruido que hacían vasijas de cobre colgadas de sus ramas.

El oráculo de Delfos perteneció en su origen a Gea, la Madre Tierra, pero con posterioridad pasó a los dominios de Apolo, por robo o regalo. La pitonisa tenía más de cincuenta años. Vivía separada de su marida y vestía como una soltera (Enciclopedia Británica). El oráculo se celebraba sólo el día 7,  en conmemoración de la fecha de nacimiento de Apolo. Robert Graves dice que la pitonisa se sentaba en un trípode e "inhalaba los vapores de la profecía". Tal vez inhalara vapores de algún sahumerio. Se dice también que durante los tres meses de invierno el oráculo no funcionaba porque Apolo visitaba ciertas regiones del norte, pero con posterioridad el dios Dionisio lo reemplazaba esos meses (Enciclopedia Británica).

En Beocia quienes daban los oráculos eran hombres (sacerdotes), y lo hacían después de examinar las entrañas de un animal sacrificado.

En Claro, el sacerdote daba el oráculo después de haber bebido agua de un pozo secreto y lo daba en versos.

En Telmesa el sacerdote o la sacerdotisa interpretaba los sueños del peticionante.

En Patras, la sacerdotisa de Deméter daba el oráculo a los enfermos después de introducir un espejo atado por medio de una cuerda dentro de un pozo.

En Faras, a cambio de una moneda de cobre  los enfermos recibían el oráculo mediante las palabras (casuales) que escuchaban al salir de la plaza del mercado.

En Egeira, Gea tenía un oráculo donde la pitonisa bebía sangre de toro, lo que según "Los mitos griegos" de Robert Graves, es un veneno mortal para cualquier otro ser humano.

En Bura hubo un oráculo dedicado a Heracles, donde la respuesta se obtenía lanzando cuatro dados.

En los oráculos de Asclepio, que había tenido conocimientos médicos y en vida había llegado incluso a resucitar muertos, los enfermos recibían la respuesta sobre la curación de su enfermedad en sueños después de haber realizado un ayuno.

Finalmente Graves escribe sobre el oráculo de Trofonio, el más interesante para mí. Trofonio fue un arquitecto autor de famosas obras, entre ellas están la casa del padre de Heracles y el tesoro del rey Augías. También un templo de Apolo. Según una versión, después de haber concluido ese último trabajo un oráculo le dijo que gozara de todos los placeres por seis días, que al séptimo recibiría lo que su corazón realmente anhelaba. Y ese último día él y su hermano, que lo había ayudado con el templo, fueron encontrados muertos, "ya que la muerte es la mejor recompensa que la divinidad puede dar al hombre." (Pierre Grimal).  Para recompensar aún más a Trofonio, Apolo estableció el oráculo de Trofonio. El peticionante de este oráculo primero debía purificarse, para lo cual debía alojarse en un edificio especial por varios días. En ese período debía bañarse en el río Hércina, realizar sacrificios a Trofonio, alimentarse de carne sagrada, de carneros sacrificados al espectro de Agamedes, hermano de Trofonio.  Una vez purificado, dos muchachos de trece años lo bañaban en el río y lo ungían. Debía beber dos clases de agua; una para olvidar su pasado, y la otra para recordar todo lo que vería y escucharía en el santuario del oráculo. Luego era cubierto con vendas, calzaba unas botas y vestía una túnica de lino. A continuación entraba en una cavidad como un horno de panadero gigante. Allí descendía por una escalera y metía los pies en un estrecho agujero sosteniendo en cada mano una torta de cebada mezclada con miel. Unas manos que él no veía lo arrastraban a través del agujero tomado por los tobillos. Entonces recibía un fuerte golpe en la cabeza, que parecía que lo mataría, y alguien que él no veía le hablaba. Esa voz contestaba su pregunta y le revelaba además muchos otros secretos y cuestiones misteriosas. El peticionante entonces se desmayaba y era arrastrado por los pies, ya sin las tortas, hasta el fondo de la cavidad, donde se hallaba la Silla de la Memoria. Sentado allí, una vez que recuperaba el conocimiento se le preguntaba qué había escuchado.  A continuación, todavía mareado, se lo llevaba al edificio donde había sido purificado para que se recuperara y recobrara la capacidad de reír. El alma de Trofonio contestaba esas preguntas y revelaba esos secretos a cambio de las tortas de cebada con miel.

Fuentes: 
Robert Graves, "Los mitos griegos".
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".





martes, 24 de diciembre de 2013

Helio y su hijo Faetón: el carro del Sol



Helio en la mitología griega es el sol. No se lo considera una divinidad como los dioses olímpicos. Es más bien la personificación de un elemento natural. Sus padres son el titán Hiperión y la titánide Tía, y sus hermanos Selene (la luna), y Eos (la aurora). Posee un carro tirado por cuatro caballos muy veloces con nombres que recuerdan la luz, el fuego y la llama. Todas las mañanas, despertado por el canto del gallo, y precedido por el carro de Eos, sale de su lujoso palacio, en la India o en Oriente, en su carro y recorre un estrecho sendero que pasa por el centro del cielo. Los caballos recorren toda la bóveda celeste y al anochecer, muy cansados, se refrescan en el océano. Helio llega entonces a un palacio no menos lujoso que el oriental, que tiene en Occidente.  De noche realiza el camino inverso; ahora marcha al Oriente. Pero ya no por el cielo, según algunos lo hace por debajo de la tierra y según otros por el mar. En este último caso viaja en una barca de oro con forma de copa, que le hizo el dios Hefestos, que transporta también su carro y sus caballos. Le ha sido consagrada la isla de Rodas y la isla de Sicilia. Tuvo siete hijos con la ninfa Rodo y tuvo también hijos con otras esposas o amantes. Helio no tiene poder para vengarse de las afrentas y pide a los dioses que actúen por él cuando debe hacerlo, a veces amenazando con retirarse debajo de la tierra. Helio, en sus viajes por el cielo, puede ver todo lo que ocurre debajo suyo, pero dicen que no es muy observador.

Faetón (el Radiante), es hijo ilegitimo de Helio y de la oceánide Clímene. Siguiendo principalmente el relato que hace Ovidio, no supo quién era su padre hasta que Clímene se lo reveló. Faetón lo contó orgulloso y un compañero dijo que era un mentiroso. Clímene le confirmó que le había dicho la verdad y le aconsejó que fuera a visitar a Helio. Faetón fue a su palacio de Oriente. Helio lo recibió muy amablemente y lo reconoció como hijo. Entonces Faetón le pidió que le permitiera conducir el carro con el que diariamente recorría los cielos. Su padre era renuente a permitírselo, pero finalmente cedió. Faetón comenzó la recorrida por el camino que se le había indicado, pero pronto se asustó de las alturas que atravesaba. También lo asustó la proximidad de los animales del zodíaco. O se dice que no pudo controlar los vigorosos caballos. Descendió demasiado y por poco quema la Tierra, subió más de la cuenta y todo el mundo empezó a temblar de frío. Los astros o la Tierra (Gea) se quejaron a Zeus, que para evitar un cataclismo universal lo hizo precipitar en el río Erídano (o en el Po). Sus hermanas, las Helíades, lloraron tanto en su funeral que fueron convertidas en álamos.

Fuentes:
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".
Robert Graves: "Los mitos griegos".
Robin Hard: "El gran libro de la mitología griega".


lunes, 23 de diciembre de 2013

Heracles, cortador de narices. La guerra contra Ergino



Entonces Heracles (Hércules para la mitología romana) tenía unos dieciocho años. De regreso a Tebas después de haber cazado al león de Citerón, se encontró en su camino con los emisarios del rey de Minia llamado Ergino que habían ido a recoger el tributo que la ciudad le debía. Tiempo atrás, durante el festival de Poseidón, en Onquesto, debido a un pequeño incidente, el tebano Perieres, auriga de Meneceo, había arrojado una piedra que había matado al rey Clímeno, padre de Ergino. Clímeno fue trasladado a la ciudad de Orcómeno, y antes de morir mandó a sus hijos que lo vengaran. Ergino reunió un ejército y atacó a Tebas, venciéndola completamente y matando a muchos tebanos. Como reparación por la muerte de su padre estableció entonces el pago de un tributo. Tebas debería entregar anualmente a los minios (o a Ergino) cien bueyes. El pago del tributo se extendría por veinte años. 
Cuando Heracles le preguntó a los emisarios de Ergino quiénes eran y qué iban a hacer a Tebas, le contestaron de mala manera que iban a recoger el tributo adeudado a su rey, que era un recordatorio de la clemencia de Ergino por no haber cortado en su momento la nariz, las orejas y las manos de todos los hombres de la ciudad. Entonces Heracles les cortó la nariz, las orejas y las manos a los emisarios, se las colgó del cuello por medio de cuerdas y les ordenó que llevaran esos "tributos" a su rey.  Cuando Ergino conoció el destino de sus emisarios exigió que le entregaran al autor del ultraje. Creonte, rey de Tebas, tal como habían quedado los tebanos sin armas después de la guerra perdida, y sin contar con ayuda de los pueblos vecinos, habría cedido a la exigencia, pero Heracles decidió dar batalla. Reunió a los jóvenes, los convenció de que Tebas debía ser libre otra vez, y los armó con las armas que habían sido ofrendadas en los distintos templos de la ciudad. La diosa Atenea, complacida por el coraje que Heracles demostraba, concedió las armas a Heracles y a sus seguidores. Heracles entrenó a sus tropas en el uso de las armas y asumió el mando. Consultó a un oráculo acerca de la victoria sobre Ergino y la respuesta fue que la obtendría si se suicidaba el tebano con mayor alcurnia. Antípeno no quiso sacrificarse en pos de la victoria de Tebas, pero lo hicieron dos de sus hijas: Androclea y Alcis, a las que a partir de ese momento se les rindió homenaje como heroínas. Poco después Ergino lanzó el ataque sobre Tebas. Heracles y sus tropas emboscaron a Ergino, y Heracles personalmente mató al rey de los minios. Ya a salvo de ataques, las tropas de Heracles atacaron Orcómeno, derribó las puertas de la ciudad y saquearon el palacio de Ergino. Como el fuerte del ejército de los mínios era la caballería, y dado que el río Cefiso atravesaba dos túneles rumbo al mar, Heracles obstruyó los túneles e inundó los campos. De ese modo libró la batalla donde podía pelear de igual a igual, en las montañas. En uno de los episodios de esta guerra Heracles atacó de noche a un campamento de minios. Antes se apoderó de los caballos de los carros que hizo atar a los árboles. Enseguido procedieron a matar a sus enmigos mientras dormían. Un templo de Tebas llamado "de Heracles atador de caballos" recuerda esta hazaña. En esta guerra murió Anfrtrión, padre mortal de Herácles (su padre divino era Zeus). Una vez que consiguió la victoria, impuso a los minios un tributo en favor de Tebas que equivalía al doble que esta les había pagado. A su regreso, como los dioses no castigaron a Heracles por haber mutilado a los heraldos de Ergino (por haber faltado a las leyes), los tebanos le dedicaron una estatua llamada "Heracles cortador de narices". El rey Creonte, como premio a sus acciones le concedió la mano de su hija mayor, Mégara.

Fuentes: 
Robert Graves, "Los mitos griegos".
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".  

domingo, 22 de diciembre de 2013

El castigo de la orgullosa Níobe, hija de Tántalo



Níobe, hermana de Pélope, hija de Tántalo, nieta de Zeus, esposa de Alfión, tenía catorce hijos: siete mujeres y siete varones.  Estaba desmedidamente orgullosa de su progenie. Se comparaba a sí misma con Leto, madre sólo de los dioses Ártemis y Apolo, diciendo que la había superado en fertilidad. La hija del adivino Tiresias la escuchó, y alarmada pidió a las mujeres tebanas que inmediatamente homenajearan a Leto para calmar su ira y la de sus hijos, quemando incienso y adornándose el pelo con ramas de laurel. Las tebanas así lo hicieron, pero cuando se estaba llevando a cabo el ritual llegó Níobe seguida por multitud de servidores, ella con un hermoso vestido y su largo pelo suelto, y preguntó porqué realizaban homenajes a Leto, si era una oscura mujer, madre sólo de una hija hombruna y de un hijo afeminado, mientras que ella era nieta de Zeus y de Atlante, y pertenecía a la casa real de Cadmo. Las tebanas trataron de reparar de algún modo esa nueva ofensa murmurando plegarias, pero ya era tarde. Leto, muy indignada por el maltrato, había enviado a sus dos hijos a consumar el castigo. Ártemis asesinó con arco y flecha a las hijas de Níobe y Apolo a todos sus hijos. Ártemis encontró a las chicas hilando en el palacio y Apolo cazando en el monte Citerón. Los fueron matando uno por uno. Algunos autores sostienen que el número de hijos de Níobe era otro. En algunos casos dicen que llegaban a veinte, y en otros que eran menos de catorce. También hay versiones de que Ártemis y Apolo perdonaron la vida a una hija y un hijo de Níobe que a tiempo y prudentemente hicieron sacrificios en honor a Leto. Níobe lloró a sus hijos durante nueve días, con los cadáveres insepultos y la ciudad desierta, porque Zeus, en respaldo de la ofendida Leto, había convertido a todos los habitantes de Tebas en piedra. Al décimo día fueron los dioses del Olimpo quienes los sepultaron. Níobe huyó a Asia Menor, de donde era oriunda su familia. Lloraba todo el tiempo. Zeus la transformó en una estatua de piedra de la cual manaba continuamente un manantial.

Fuente: Robert Graves, "Los mitos griegos". 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Pélope, Enómao y los Juegos Olímpicos



Enómao, hijo del Dios Ares, era rey de Pisa, frente a Olimpia, en el Peloponeso. Tenía una hija muy hermosa llamada Hipodamía. Para que ella no se casara, por estar enamorado de Hipodamía, o porque un oráculo le había revelado que sería asesinado por su yerno, antes de conseguir su mano los pretendientes debían sostener con él una larga carrera de carros, de dos o cuatro caballos según las distintas versiones, desde Pisa hasta el altar de Poseidón que se halla en el Istmo de Corinto. Si ganaban obtenían a Hipodamía. Si perdían, también perdían la vida. Enómao contaba para la carrera con caballos engendrados por el viento, regalados por Ares, que eran los más rápidos de Grecia. Le daba a los pretendientes una ventaja de media hora mientras sacrificaba un cordero en el altar de Zeus Marcial, en Olimpia. Los pretendientes debían llevar en el carro a Hipodamía. Cuando Enómao los alcanzaba les disparaba una flecha por la espalda o los atravesaba con su lanza. Así había matado a doce o trece pretendientes, cuyas cabezas y miembros cortados colgaban de la puerta de su palacio o de los pilares del templo de Ares o de Poseidón. Y sus troncos eran brutalmente apilados sobre la tierra. Los dioses del Olimpo habían decidido poner fin a los crímenes de Enómao, que había dicho alguna vez que llegaría el día en que construiría un templo formado por cráneos.

Pélope, era hijo de Tántalo, un rey de Asia Menor. Fue quien le dio el nombre al Peloponeso. Había emigrado de su patria debido a la guerra del rey Ilo contra su padre. En Grecia se enamoró de Hipodamía. Para correr la carrera que Enómao exigía, le pidió a su antiguo amante, el Dios Poseidón, que lo ayudara. Poseidón le dio un carro de oro y caballos incansables e inmortales (el carro o los caballos eran alados). Pélope probó el carro conduciéndolo exitósamente sobre el mar Egeo (aunque murió de vértigo su auriga). Pero cuando fue al palacio de Enómao y vio las cabezas de los pretendientes se arrepintió de su osadía y sobornó al auriga de Enómao, llamado Mirtilo, ofreciéndole que si él ganaba le daría la mitad del reino y la primera noche con Hipodamía. También, según algunas versiones, Hipodamía sobornó a Mirtilo, quien debilitó los extremos de los ejes que sobresalían de las ruedas del carro de Enómao. De ese modo, durante la carrera el carro colapsó, Enómao quedó atrapado en sus restos, y los caballos lo arrastraron hasta que murió. Pélope a su vez asesinó a Mirtilo, según algunas versiones para no pagarle lo que le había prometido. Otras versiones sostienen que Pélope ganó la carrera sólo gracias a los caballos de Poseidón y que fue él quien mató a Enómao. O que Enómao se suicidó debido a la desesperación. También se dice que la carrera se corrió en el hipódromo de Olimpia.

Se dice que Pélope fue el fundador de los juegos olímpicos, que luego cayeron en desuso y para resurgir debieron esperar a que les volviera a dar vida Heracles (Hércules) en honor a Pélope. Además se dice que el origen de estos juegos fueron los juegos fúnebres en honor a Enómao, o sea, razono yo, autor del blog, se podría rastraer según esta idea, los orígenes de los juegos olímpicos en la criminal competencia de Enómao y los pretendientes de Hipodamía. 

Una hija de Enómao, Alcipe, se casó con Eveno, que para ahuyentar a los pretendientes de su hija Marpesa y mantenerla virgen, aplicaba un método similar al de su suegro. Esa historia se relata en este mismo blog.


Fuentes:
Robert Graves: "Los mitos griegos".
Pierre Grimal: "Diccionario de mitología griega y romana".
Robin Hard: "El gran libro de la mitología griega".



miércoles, 18 de diciembre de 2013

Orestes y la imagen de Ártemis: el sacrificio de los niños





Para vengar la muerte de Agamenón, caudillo de los griegos en la guerra de Troya, asesinado el día de su regreso a su casa de la guerra por su mujer, Clitemnestra, y por el amante de ella, Egisto, y para cumplir la voluntad de los dioses, Orestes los mató a ambos. Orestes era hijo de Agamenón y de Clitemnestra, o sea que al matarla cometió matricidio. Las Erinias o Furias eran seres mitológicos que condenaban los crímenes de los hijos contra los padres (1) y acosaron a Orestes continuamente después del asesinato. No lo dejaban tranquilo, y por momentos lo enloquecían llevándolo a Orestes a desear el suicidio. Para aplacarlas, la pitonisa del oráculo de Delfos le ordenó a Orestes que fuera a Táuride, cuyo rey era Toante, y robase una antigua imagen de la diosa Ártemis, hecha en madera, y la llevase a Atenas o a Argólide. 

Los taurios eran un pueblo que realizaba sacrificios humanos y la imagen de Ártemis presidía algunos de esos sacrificios. Orestes embarcó rumbo a ese lugar acompañado por su amigo Pílades.

Ifigenia era hija de Agamenón y Clitemnestra, hermana de Orestes. Había sido sacrificada en el puerto de Áulide porque la flota griega, carente de vientos, no podía zarpar rumbo a Troya; un oráculo había predicho que para que soplaran los vientos ella debía ser sacrificada. El sacrificio se celebró y los vientos soplaron, pero a último momento la salvó Ártemis rodeándola con un manto de nubes, y la llevó a Táuride, donde la nombró sacerdotisa del templo y le otorgó derechos exclusivos sobre su imagen. Ifigenia aborrecía los sacrificios humanos pero respetaba la voluntad de Ártemis.
Orestes y Pílades creían que Ifigenia había sido sacrificada en Áulide, viajaron a Táuride en una nave con cincuenta remeros. Al llegar se escondieron en una cueva marina. Los encontraron unos pastores, que primero los creyeron una pareja de inmortales, pero luego, desengañados, se los llevaron al rey Toante, quien los envió al templo de Ártemis para ser sacrificados.

En el templo Ifigenia y Orestes se reconocieron como hermanos, se alegraron mucho de reencontrarse, Orestes le contó el propósito de su viaje, e Ifigenia lo ayudó. Cuando transportaban la imagen de Ártemis, llegó Toante. Ifigenia le dijo astutamente que había demorado el sacrificio de los extranjeros porque Orestes era un matricida y Pílades lo había ayudado a cometer ese terrible crimen, que los debía purificar junto con la imagen en la orilla del mar, donde debía realizar un sacrificio de corderos. Toánte debía quedarse en el templo, para purificarlo con una antorcha, en tanto que el resto del pueblo debía permanecer en sus casas para no contaminarse con la infamia. Toánte lo creyó. Así Ifigenia, Orestes y Pílades fueron hasta el mar donde, después de un combate con los sacerdotes que los habían seguido, en el que participaron los remeros, embarcaron. Después de otra serie de aventuras en la isla de Esmintos, donde mataron a Toánte, que los había perseguido, llegaron a Micenas, donde las Erinias dejaron por fin de perseguir a Orestes.

Pero los espartanos sostienen que Orestes viajó con la imagen a Esparta donde se convirtió en rey. Allí la escondió en un bosque de sauces. Durante siglos nadie supo dónde se encoentraba la imagen hasta que dos príncipes de la casa real entraron en el bosque y dieron con ella. Al ver lo horrible que era enloquecieron. 

La llevaron a Esparta y la imagen provocó peleas entre los devotos de Ártemis. Muchos murieron a causa de esas reyertas, y otros más poco después, debido a una peste. Un oráculo aconsejó aplacar la imagen empapando el suelo del altar de Ártemis con sangre humana. Entonces los espartanos decidieron elegir mediante un procedimiento de azar la víctima de un sacrificio que se celebraría anualmente. Ese ritual se repitió durante años hasta que el rey Licurgo lo prohibió por estar en contra de los sacrificios humanos. En su lugar ordenó que azotasen a unos niños en el altar de Ártemis hasta que sus cuerpos exudaran  olor a sangre.  Los niños espartanos competían entre ellos para recibir los azotes. La sacerdotisa, durante el castigo, sostenía la imagen de madera, que aunque pequeña y liviana, debido a los sacrificios que le  habían ofrecido en Táuride había adquirido tal deseo de sangre humana que cuando los azotes que se aplican a los niños no eran lo suficientemente fuertes y severos, debido a tratarse de niños de familias nobles o por ser niños muy bellos, ganaba peso y la sacerdotisa, que ahora apenas podía sostenerla gritaba a los que aplicaban el castigo, que golpeasen a los niños más fuerte porque no podía soportar el peso de la imagen de Ártemis. 




(1) Es interesante el sesgo de las Erinias. Podían castigar un matricidio, como en este caso, con gran ferocidad, pero no castigaban la infinidad de casos de madres y padres que abandonaban a sus hijos recién nacidos en algún monte o lugar desolado, para que muriesen, porque una profecía les había advertido en contra de ellos u otros motivos. Reflexión del responsable del blog.

Fuente: de Robert Graves  "Los mitos griegos".


domingo, 15 de diciembre de 2013

Belerofonte y las olas de Poseidón



Belerofonte era hijo del dios Poseidón, pero su padre humano era Glauco, que a su vez había sido hijo de Sísifo, y su madre era Eurímede. Se cuenta que mató accidentalmente a un hombre, según algunas versiones su hermano, según otras alguien llamado Belero, lo que ofrece una etimilogía de su propio nombre. Huyó de Corinto y se refugió como suplicante en Tirinto, donde gobernaba el rey Preto. Pero Antea, esposa de Preto, con sólo verlo se enamoró de él. Como Belerofonte no aceptó sus requerimientos, Antea le dijo a Preto que Belerofonte había tratado de violarla. El rey no se atrevió a mandar matar a Belerofonte, pero lo despachó con una carta a Yóbates, rey  de Licia, padre de Antea, donde le escribía que Belerofonte había tratado de violar a su hija y le pedía que lo matase. Yóbates tampoco quiso usar con Belerofonte la violencia. En cambio, después de agasajarlo en su palacio durante nueve días, le pidió que lo librara de un monstruo llamado Quimera. Un monstruo que lanzaba fuego por la boca y a quien se creía que no se podía vencer. Siguiendo aquí a a Homero, este tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón, pero Robin Hard dice que en representaciones posteriores se lo muestra como un león con cola de serpiente, a quien le sale una cabeza de cabra del centro de su lomo. Quimera asolaba Licia atacando los rebaños. Yóbates calculaba que solo contra ese monstruo Belerofonte perecería, pero no fue así. Antes de entrar en acción Belerofonte consultó al adivino Poliido, que le aconsejó conseguir primero el caballo alado Pegaso, hijo de Medusa. Belerofonte no encontró a Pegaso donde le había indicado el adivino, pero sí bebiendo agua en la Acrópolis de Corinto.  Logró dominarlo y atacó a Quimera desde el cielo, montado en Pegaso, a la que mató con sus flechas y metiéndole un pedazo de plomo en la boca, que se derritió con el fuego que el monstruo lanzaba, y le abrasó las vísceras. Yóbates, en lugar de recompensar al joven por los servicios que le había prestado, lo mandó entonces a pelear contra los sólimos, pueblo muy violento y agresivo vecino de Licia, al que Belerofonte venció. Entonces Yóbates lo envió a pelear contra las Amazonas, a las que masacró, siempre con la ayuda de Pegaso. Finalmente Yóbates ordenó a los guardias del palacio que tendieran una emboscada y matasen a Belerofonte. Pero Belerofonte suplicó a su padre Poseidón que inundase la llanura de Janto. Y Poseidón lo escuchó. Así, a medida que Belerofonte avanzaba hacia el palacio de Yóbates, enormes olas le seguían sin adelantársele. Como no atendía a las súplicas de los asustados hombres de Janto, las mujeres jantias salieron a su encuentro levantándose las polleras por encima de su cintura, para tratar de aplacarlo ofreciéndoseles. Y como Belerofonte era un hombre pudoroso, al verlas en esa circunstancia se dio vuelta y echó a correr, con lo que las olas también fueron retirándose. Convencido de la falsedad de la acusación de que Belerofonte había sido objeto por su yerno Preto, Yóbates le mostró la carta y le exigió que le contase la verdad, y al conocerla le pidió perdón y en recompensa o reparación le dio la mano de su hija Filónoe, y lo nombró su sucesor en el reino. Pasó el tiempo, Belerofonte tuvo con la hija de Yóbates dos hijos, Isandro e Hipóloco, y una hija, Laodamia. Y en su momento más glorioso, cuando todo parecía sonreirle, Belerofonte montó a Pegaso y quiso llegar al Olimpo, la morada de los dioses, pero Zeus castigó ese presuntuoso intento enviando un tábano que picó a Pegaso por debajo de la cola, y el caballo alado dejó caer a Belerofonte sobre una planta espinosa. Dice Robert Graves: "Pegaso completó su vuelo al Olimpo, donde Zeus lo utiliza ahora como bestia de carga para sus rayos; y Belerofonte, que había caído en un seto de espinos, quedó vagando por la tierra cojo, ciego, solo y maldito, evitando siempre los caminos de los hombres, hasta que la muerte se lo llevó."

Fuentes:
Robert Graves: "Los mitos griegos". Editorial Gredos
Pierre Grimal: "Diccionario de mitología griega y romana". Editorial Paidós
Robin Hard: "El gran libro de la mitología griega". Editorial La Esfera de los Libros



sábado, 14 de diciembre de 2013

La Silla del Olvido



Después que Teseo, Rey de Atenas, y su gran amigo Pirítoo, gobernante de los magnetes, enviudaron, en el lugar donde estaba el santuario de Serapis, en Atenas, hicieron un solemne juramento. Dado que  Teseo era hijo del dios Poseidón y Pirítoo era hijo de Zeus, o sea ambos tenían como padres a los dioses más ilustres, prometieron que no se casarían con mujeres que no fueran hijas de dioses. Y que cada uno ayudaría al otro a conseguir esa clase de esposa no importaban los riesgos que debiera correr. Así Teseo marchó con Pirítoo y un ejército rumbo a Lacedemonia, a raptar a Helena, hija de Zeus, la que después se casaría con Menelao y desencadenaría la guerra de Troya. Entonces Helena tenía doce años o menos. La sorprendieron mientras realizaba una danza ritual en el templo de Ártemis Ortia. La capturaron y de regreso se la jugaron a los dados o un juego similar. La ganó Teseo, que no la llevó con él a Atenas, temiendo que sus súbditos no aprobasen su acción porque los colocaba en riesgo de guerra, sino que la dejó en el pueblo de Afidna encargando a su madre y a un amigo que la cuidaran. Años después, cuando Helena ya tenía edad suficiente para casarse con Teseo, Pirítoo le recordó el juramento  realizado, y la obligación que Teseo tenía de ayudarlo a conseguir esposa. Fueron a un oráculo de Zeus, que les propuso fueran al mundo subterráneo, donde moran los muertos. Allí se hallaba Perséfone, la hija preferida de Zeus, hija también de la diosa Deméter, esposa de Hades, el rey del mundo de los muertos. Teseo trató de persuadir a Pirítoo que no fueran allí, pero su amigo se empecinó. Entraron por una caverna del laconio Ténaro, eludieron cruzar el Lete, una fuente de agua del infierno. Al llegar al palacio de Hades, este los recibió amablemente. Fingiendo hospitalidad les pidió que se sentaran. El asiento resultó ser la Silla del Olvido. Rápidamente quedaron pegados a ella. Su carne se fundió con ella. No se podían levantar sin desgarrarse. Allí estuvieron cuatro años, rodeados por serpientes, mordidos por Cerbero, el perro guardián del infierno de cuatro cabezas, azotados por las Furias, observados por Hades. Cuando llegó Heracles (Hércules) con el propósito de cumplir uno de sus famosos doce trabajos (debía atrapar a Cerbero), los reconoció cuando los dos sufrientes prisioneros pidieron que los ayudaran. Heracles entonces habló con Perséfone, que le permitió liberarlos. Arrancó a Teseo de la silla, quien dio un terrible alarido al ser separado de parte de su carne. Se dice que por eso los atenienses tienen las caderas poco carnosas. Pero cuando quiso hacer lo mismo con Pirítoo la tierra tembló, y Heracles decidió dejarlo allí, justificadamente por otra parte, porque había sido el autor de la afrenta. Por supuesto no hay una única versión de esta historia, como de las otras relatadas aquí. Existen variantes.

Fuentes:  
"Los mitos griegos". Robert Graves
"Diccionario de mitología griega y romana". Pierre Grimal